De qué sirve aferrarse a los argumentos preestablecidos, a aquellos que ya otros, con o sin razón -por desgracia suele ser más frecuente en este último caso-, decidieron manifestar y abanderarlos en su propia lucha, si realmente no se para uno a profundizar en ellos, a reflexionar sobre el mismo en relación a sí mismo y a su entorno.
Es así cuando uno, por poco convincente que resulten sus argumentos, puede discutir con criterio. Cuando se ha visto más allá de uno mismo y de una realidad quizás pasada y rancia.
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